LUTO

El legado de P.T. continúa

La demo de P.T., lanzada en 2014 por Hideo Kojima y Guillermo del Toro, se presentó como un adelanto de lo que debía convertirse en Silent Hills. Para sorpresa de todos, se transformó en un fenómeno cultural y en un ejemplo claro de cómo un proyecto cancelado puede tener más impacto en la industria que muchos juegos completos. Más de una década después, su influencia sigue presente: reinventó el terror en primera persona, introdujo el bucle como recurso narrativo, dejó al jugador indefenso ante lo desconocido y apostó por un tono psicológico que todavía marca tendencia.

Ese legado se refleja en cada nuevo título que bebe de su fórmula. Luto, un juego de puzles y terror en primera persona desarrollado por Broken Bird Games, un pequeño estudio independiente en Gran Canaria, es un claro ejemplo. En él encarnamos a Sam, atrapado en una eterna mudanza dentro de su propia casa. Recorreremos sus pasillos y habitaciones hasta la saciedad, aunque con pequeñas variaciones que debemos identificar y que serán fundamentales para progresar en la historia.

Uno de los mayores aciertos de Luto es su ambientación. La tensión se percibe en todo momento: objetos que cambian de lugar, sombras que parecen estar vivas y ruidos que te hacen abrir los ojos. No hay sustos fáciles ni monstruos que quieran cazarte, pero la sensación constante de amenaza mantiene al jugador en tensión. Esa incomodidad permanente es, sin duda, uno de sus mayores logros.



En lo jugable, la influencia de P.T. es más evidente. Avanzamos por pasillos estrechos, abrimos puertas esquivando la mirada y asumimos nuestra total vulnerabilidad. No hay armas ni herramientas defensivas: solo podemos observar, hacer zoom e interactuar en busca de pistas que nos permitan avanzar. Los acertijos aportan variedad, pero también hacen ver el mayor problema del juego:

Muchos de estos puzles resultan arbitrarios y confusos, rompiendo el ritmo y la atmósfera. Esta desorientación genera frustración y deja la duda de si es algo intencional o simplemente el resultado de un diseño fallido. No ocurre en todos, pero cuando sucede se nota demasiado. No es que quiera que el juego sea fácil, pero algunos rompecabezas se sienten dejados al azar, obligando al jugador a probar soluciones desesperadas sin un criterio claro. El propio estudio ha admitido que algunos de ellos son poco intuitivos. En mi caso, Luto me llevó más tiempo del que habría deseado, no por su duración natural, sino por la ambigüedad de ciertas pruebas. El juego consigue atraparte con su atmósfera, pero a menudo me vi perdido en sus pasillos sintiendo un desencanto que restaba puntos a mi experiencia.

A pesar de todo, Broken Bird Games ha demostrado que no hace falta un gran presupuesto para impactar. Luto no es perfecto, pero sí es una propuesta valiosa dentro del terror psicológico independiente que, pese a un diseño de puzles irregular, confirma el potencial del estudio y la vigencia del legado de P.T.

Habrá que seguir de cerca los futuros proyectos de este estudio, ya que si consiguen pulir ciertas cosas pueden llegar a ofrecer títulos con mucho más potencial.