Director/Directores: Rob Reiner
Año de Lanzamiento: 1989
Género: Comedia, Romance
Nos encontramos ante una de las comedias románticas más emblemáticas de los años 80. Cuando Harry Conoció A Sally consolidó a Rob Reiner como uno de los grandes nombres del género, profundamente influenciado por el cine de Woody Allen, y convirtió a Meg Ryan en un auténtico icono. La actriz destaca debido a una naturalidad que potencia su actuación: suele estelarizar todas las escenas en las que está presente, y no porque los demás no cumplan, sino porque ella está un escalón por encima. Junto a ella, Billy Crystal despliega su habitual talento cómico — ingenioso y con un sentido del humor que equilibra la ternura con la ironía—, un tono que encaja a la perfección con la esencia de la película. Sin embargo, detrás de su apariencia ligera, la película esconde un tono más melancólico de lo que parece. Más que una historia de amor, es una manifestación de la soledad. Funciona, pero no tanto por el lado sentimental, sino por el retrato de unas vidas vacías que solo encuentran sentido cuando alguien las escucha. En ese sentido, el amor se presenta casi como una forma de terapia, una válvula de escape ante la incapacidad de comprenderse a uno mismo. Una de las preguntas más importantes que plantea la cinta es: ¿pueden hombres y mujeres ser amigos sin que el sexo se interponga? Esa premisa, tan simple como efectiva, se desarrolla y estira hasta el agotamiento a través de paseos por Central Park, cenas incómodas y discusiones previsibles. En ciertos momentos se vuelve algo aburrida, ya que los personajes hablan y hablan sin más propósito que rellenar los minutos. La ciudad de Nueva York actúa como un personaje más. Hay una intención paisajista constante, casi como si se quisiera obtener material para postales, y se percibe un amor por la ciudad que remite inevitablemente al Manhattan de Woody Allen. Aun con sus limitaciones, es una película entretenida: bonita, graciosa y con un humor que ha sabido resistir el paso del tiempo. @PeliYManta_